Polo Ortí compone e interpreta música.

Polo Ortí es, sobre todo, conocido por su faceta jazzística. Sin embargo, muchas de las composiciones que ha creado, a lo largo de su carrera, no podrían ni deberían haberse considerado Jazz. En realidad. no podría ni debería haberse catalogado en ningún estilo musical. Porque Polo Ortí ha creado su propia música y forjado su propio sello, fruto de un legado musical adquirido en pleno siglo XX. El siglo en que la vida musical se desintegró en una masa desmedida de cultura y subculturas, cada una de ellas con sus principios y lenguajes particulares.

Ortí compuso su primera pieza musical con siete años de edad. Todo comenzó como un juego que consistía en inventar pequeños ejercicios con las teclas negras. El resultado fue una pequeña canción pentatónica.

No era difícil adivinar, que Polo Ortí terminase por ser un niño que jugase con la música. En casa se oía música constantemente pero Ortí rememora, especialmente, a Gershwin y “Los paraguas de Cherburgo” (Michel Legrand), mientras el hijo preguntaba insistentemente a su padre, también pianista, de dónde provenía aquella música con esos arreglos tan ensamblados.

Polo quiso estudiar música, su padre que hiciese arquitectura porque se le daban bien las matemáticas y el dibujo técnico. En realidad, Polo poseía una inusitada capacidad de análisis y síntesis, que pudo desarrollar cuando comenzó sus Estudios Superiores de Piano. El joven estudiante demostró su potencial a la hora de procesar y analizar el lenguaje de muchos de sus músicos clásicos predilectos, entre ellos, Bach, Mozart, Beethoven, Chopin, Rachmaninov, Kavalevsky… Mientras que su mentor, el maestro don Jesús, animaba a su joven pupilo a explorar compositores más contemporáneos como Debussy, Ravel, Bela Bartok…

Con semejante estimulación sensorial – musical y ese empeño innato en comprender la música, el juego de la composición llevó a Polo Ortí hacia el mundo de la improvisación e investigación de las armonías.

La música seguía su evolución natural, y el joven Ortí absorbía también las músicas del momento: Supertramp, Emerson, Lake & Palmer o Yes…Con todo ello, se adivina que las creaciones de Polo destilasen, por aquel entonces, aires de rock progresivo. Mientras tanto, el mundo de la tecnología daba paso a un elemento que configuró una nueva ruta en su universo musical: los sintetizadores.

Este hecho y el descubrimiento del jazz de la mano de Gary Burton, Chick Corea, Herbie Hancock, Keith Jarrett, Joe Zawinul o Yellow Jackets supuso, sin duda, una conmoción personal para el joven estudiante. Según Ortí, esta nueva visión de hacer música le aportó tal frescura que le hizo disparar su creatividad. Así surgieron nuevas ideas, ritmos…. Se expandió, ante él, un universo donde no había tantas normas y todo era más abierto y dispar.

Desde los 17 años y hasta los 23 años, Polo Ortí dedicaba 8 horas diarias de estudio del piano y la composición.

Faltaba un hecho más que transformó la vida de Polo Ortí: La música de Pat Metheny y Lyle Mays. Este último, supuso su máxima inspiración y mayor influencia. El destino le depararía, años después, que Mays se convirtiese en su maestro y amigo.

Con toda esta considerable herencia musical, Polo configuró su propio lenguaje no sólo en la manera de interpretar sino, que ese sello personal se puede vislumbrar en su amplia y polifacética obra musical.

La cabeza de Polo Ortí atesora mucha música y su ordenador también. Muchos ya conocen su música publicada, sobre todo  en su vertiente jazzística . Anaga Classics apuesta por esa otra música desconocida de Polo, que también espera salir a la luz, para disfrutarla y que pueda ser interpretada por todos los músicos que lo deseen, para hacerla accesible a aquellas personas que amen la música en su verdadera esencia, libre de ataduras y sin etiquetas, para ser escuchada sin prisa y sumergirse en ella.

Más información en www.polo-orti.com